?Y si el aceite de palma pudiera ayudar a proteger el Amazonas?
Es, junto a la soja, uno de los cultivos m¨¢s controvertidos y de mayor expansi¨®n en la ¨²ltima d¨¦cada. Plantada en ¨¢reas deforestadas de la selva brasile?a, donde la expansi¨®n del ganado y la especulaci¨®n inmobiliaria dejaron millones de hect¨¢reas arrasadas, para algunos la palma genera renta, frena las actividades predatorias y reforesta el bosque
La palma aceitera quiz¨¢ sea, con la soja, uno de los cultivos m¨¢s controvertidos y de mayor expansi¨®n en la ¨²ltima d¨¦cada. En numerosas regiones de clima tropical, desde Malasia a Per¨², la proliferaci¨®n de las plantaciones ha provocado deforestaci¨®n y conflictos por la tierra. En Brasil, el gigante amaz¨®nico con el 64% del bioma dentro de sus fronteras, la producci¨®n de aceite supone, sin embargo, una alternativa econ¨®mica para una poblaci¨®n con pocas oportunidades, as¨ª como una forma de reforestar pastos abandonados por la industria pecuaria, gran vector de destrucci¨®n de la selva.
¡°Nosotros tambi¨¦n queremos disfrutar del progreso. Aunque seamos amazonitas, tambi¨¦n so?amos con un iPhone y con enviar a nuestros hijos a la universidad¡±, explica el gerente agr¨ªcola Zeno Martins desde su propiedad de Agropalma, la mayor productora de esta variedad de aceite de todo Brasil. Su comentario resume la incredulidad ¡ªy cierta indignaci¨®n¡ª que la poblaci¨®n del Amazonas siente cuando se critica internacionalmente cualquier actividad econ¨®mica en la regi¨®n. ¡°Muchos ignoran que el Amazonas brasile?o no son solo bosques, sino tambi¨¦n m¨¢s de 25 millones de habitantes¡±, subraya.
A pesar de ser usada para cocinar en el noreste ¡ªsobre todo en Bah¨ªa, donde se le llama dend¨º y se cree que lleg¨® con los esclavos de ?frica¡ª, la producci¨®n de palma aceitera en Brasil era modesta hasta que en 2010 el entonces presidente Luiz Inacio Lula da Silva impuls¨® la expansi¨®n de la industria. El exl¨ªder sindical pretend¨ªa generar un polo de producci¨®n de biocombustible en el estado de Par¨¢, y para ello incentiv¨® a grandes empresas nacionales ¡ªcomo la minera Vale o la petrolera Petrobras¡ª a instalarse en una regi¨®n ya deforestada junto a los municipios de Moj¨² y Tailandia.
El plan del Gobierno acab¨® fracasando, pero solo parcialmente. ¡°En un lustro aumentamos 100.000 hect¨¢reas el ¨¢rea plantada. Esa expansi¨®n habr¨ªa continuado si no hubiera sido por la crisis en Brasil y por la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo¡±, se?ala Emeolocipio de Andrade, consultor con 40 a?os de experiencia en el sector agr¨ªcola. La distancia con los centros consumidores de biocombustibles ¡ªsobre todo Sao Paulo, a unos 2.500 kil¨®metros¡ª, las p¨¦simas infraestructuras viarias y el oneroso sistema tributario brasile?o, que aplica un impuesto cada vez que un bien cruza un estado del pa¨ªs, terminaron por hacer inviable el proyecto. Pero el ¨¢rea de plant¨ªo si creci¨® ¡ªhasta 236.000 hect¨¢reas actualmente, el 85% en Par¨¢¡ª, as¨ª como la producci¨®n del aceite, que este a?o debe rozar el medio mill¨®n de toneladas y sigue sin satisfacer la demanda interna de los sectores alimentario y cosm¨¦tico.
Los peque?os se llevan una parte del pastel
El mayor ¨¦xito, con todo, fue la integraci¨®n de los peque?os productores en la cadena. Las empresas reciben exenciones fiscales si compran a familias campesinas al menos un 15% de la materia prima (el fruto de la palma) para producir los diversos tipos de aceite. As¨ª, cientos de familias han transformado sus huertas de jud¨ªas, mandioca y frutas en ¨¢reas de palma, lo que les ha permitido mejorar su renta considerablemente. Los contratos de suministro de 25 a?os con las compa?¨ªas ¡ªla mayor¨ªa reconocidas internacionalmente¡ª tambi¨¦n han insertado a esta clase social en el mercado financiero, ya que ahora tienen c¨®mo avalar la apertura de l¨ªneas de cr¨¦dito.
Muchos ignoran que el Amazonas brasile?o no son solo bosques, sino tambi¨¦n m¨¢s de 25 millones de habitantes
¡°Si hoy tengo una casa de cemento es gracias a la palma¡±, asegura Daniel Mart¨ªnez, un agricultor que desde 2002 suministra a Agropalma racimos que llegan a pesar 20 kilos. ¡°Muchos aqu¨ª han dejado de talar ilegalmente el bosque para plantar y producir palma, porque ven que da resultado econ¨®micamente¡±, agrega este campesino, entrevistado en Vila Soledad, una peque?a comunidad de Par¨¢ a la que se accede tras recorrer 40 kil¨®metros en una carretera de tierra casi impracticable durante la estaci¨®n de lluvias. El ¨²ltimo tramo se debe hacer en barco, pues no hay puente sobre el r¨ªo Moj¨² en este punto.
Como decenas de otros campesinos locales, Mart¨ªnez emplea a sus dos hijos formalmente en su plantaci¨®n de 10 hect¨¢reas, de donde hoy obtiene una renta de unos 700-800 euros por mes, asegura. Los estudios m¨¢s exhaustivos en la regi¨®n apuntan a que los campesinos pueden llegar a cuadruplicar sus ingresos con el cultivo respecto a la producci¨®n tradicional de alimentos.
Aprender a gestionar una peque?a empresa
La palma exige trabajo duro los tres primeros a?os, cuando las ¨¢reas deben estar limpias de maleza para que el sol penetre entre la enmara?ada vegetaci¨®n amaz¨®nica. Tambi¨¦n necesita abonos y pesticidas, suministrados por las empresas compradoras. La planta alcanza su plenitud productora a los 10-12 a?os, y a partir de los 23 comienza a declinar, adem¨¢s de que su altura hace casi inviable la recolecci¨®n de los racimos. Todo ello requiere cierto aprendizaje en comunidades donde el analfabetismo es una todav¨ªa una realidad. Y donde escasean los conocimientos de administraci¨®n financiera y oscilaciones del mercado internacional, como es el caso del aceite de palma, cuyo precio cotiza en R¨®terdam. ¡°Algunos tienen dificultades para organizarse y pagar los cr¨¦ditos que los bancos les concedieron para invertir en semillas, adobos y herramientas. O para administrar los ingresos en los diversos ciclos de producci¨®n¡±, admite Mart¨ªnez.
¡°Me cost¨® adaptarme. Pero he aprendido a administrar la renta y a devolver cr¨¦ditos por mensualidades¡±, asegura por su parte Luis Oliveira di Sousa, un campesino de 46 a?os que cuenta los d¨ªas para abandonar su vetusta vivienda de madera e instalarse con sus tres hijos en su flamante casa de cemento. ¡°Pagu¨¦ 80.000 reales [unos 23.000 euros] de una sola vez, ahorrando poco a poco con la venta de los racimos¡±, dice, con cierto orgullo.
En Vila Araua¨ª, otro poblado de campesinos que suministra a las empresas, 150 familias han ido un paso m¨¢s all¨¢, y han desarrollado iniciativas conjuntas para alquilar maquinaria, obtener mayores cr¨¦ditos e incluso irse de vacaciones, algo casi impensable para quien vive del campo aqu¨ª, ya que la tierra exige labores cotidianas. ¡°Hemos creado un consorcio que usa fondos comunes para emplear a 32 personas, con contrato y seguridad social, que ayudan a los campesinos cuando se ausentan de las propiedades o necesitan mayor fuerza laboral por la cosecha¡±, se?ala Francisco Ramos, un productor de 60 a?os.
Aunque seamos amazonitas, tambi¨¦n so?amos con un iPhone y con enviar a nuestros hijos a la universidad Zeno Martins,? gerente agr¨ªcola
Algunos acad¨¦micos critican que la palma haya provocado una ca¨ªda en la producci¨®n de alimentos, lo que ha encarecido localmente productos como la mandioca, el arroz y las jud¨ªas, que forman parte de la dieta b¨¢sica en la regi¨®n. ¡°Las relaciones entre los peque?os productores y las empresas es asim¨¦trica. El m¨¢s fuerte impone sus reglas al m¨¢s vulnerable¡±, dice el profesor Elielson Pereira da Silva, que investiga en la regi¨®n desde 2013. ¡°Hubo falta de transparencia por parte de las empresas compradoras, que pesaban nuestra producci¨®n en sus instalaciones. Pero eso ha sido resuelto¡±, matiza Mart¨ªnez, que lidera una asociaci¨®n de agricultores que agrupa a un centenar de productores.
Otros agricultores locales condenan, sin embargo, que algunas empresas depositen sus residuos en los r¨ªos. ¡°Aqu¨ª Biopalma lanza los residuos al suelo, lo que contamina los cauces y provoca muerte de peces¡±, explica la se?ora Dalva, como quiere que se la identifique. ¡°Tambi¨¦n contaminan los sue?os con agrot¨®xicos¡±, asevera. ¡°El resultado de todo es la configuraci¨®n de los dendezales [plantaciones de palma] como ¨¢reas de riesgo ambiental, en funci¨®n de la posible contaminaci¨®n de los recursos h¨ªdricos, comprometiendo la salud de las comunidades tradicionales del entorno que usan ese agua¡±, se?alan dos profesores universitarios en un estudio sobre el tema.
Greenpeace Brasil, referencia en el pa¨ªs sudamericano en denunciar los impactos de sectores econ¨®micos en el Amazonas, dijo a Planeta Futuro que no comentar¨ªa la cuesti¨®n. Otro estudio publicado en la revista cient¨ªfica Nature advierte de que las plantaciones de palma aceitera no deben permitir desplazar la vegetaci¨®n forestal natural y no deben considerarse un componente de las reservas forestales, entre otras razones porque no pueden alojar a muchas especies aut¨®ctonas.
Las condiciones de trabajo en las fincas de las grandes empresas, otro motivo de cr¨ªtica internacional del sector, tambi¨¦n tienen un cariz particular en Brasil, uno de los pa¨ªses con la legislaci¨®n laboral m¨¢s estricta del mundo en desarrollo. Las jornadas son duras, sobre todo por el calor y la exigencia f¨ªsica del trabajo manual, pero no pasan de ocho horas. En Agropalma, donde Planeta Futuro pas¨® dos d¨ªas visitando la propiedad de 104.000 hect¨¢reas, los empleados van equipados con guantes, uniformes y cascos. El salario base es algo mayor que el m¨ªnimo en Brasil ¡ªunos 270 euros¡ª, pero aumenta por productividad y puede alcanzar los 550-600 euros.
Reforestar pastos y almacenar CO2
Aunque pueda parecer una paradoja, la palma aceitera tambi¨¦n puede contribuir a la reforestaci¨®n del Amazonas. Las pol¨ªticas desarrollistas de la dictadura militar brasile?a (1964-1985) provocaron la mayor reconfiguraci¨®n social y medioambiental de todos los tiempos en el Amazonas. En apenas tres d¨¦cadas, miles de kil¨®metros de carreteras fueron abiertos en plena selva ¡ªentre ellos la m¨ªtica Transamaz¨®nica¡ª, y millones de personas emigraron a la regi¨®n desde el sureste y el noreste de Brasil en busca de empleo en minas, fincas ganaderas y obras de ingenier¨ªa. Los sue?os de prosperidad impulsaron una deforestaci¨®n acelerada y la transformaci¨®n de millones de hect¨¢rea de selva amaz¨®nica en pastos que, en tres o cuatro a?os, quedaban inservibles por la erosi¨®n del suelo y la p¨¦rdida de nutrientes. Esa masa de tierras ociosas ¡ªque en Par¨¢ se extienden por unos 15 millones de hect¨¢reas¡ª es precisamente donde la palma aceitera puede expandirse.
¡°S¨ª, el dend¨º, as¨ª como otras culturas permanentes, imitan en cierta medida el bosque, y mantienen los suelos cubiertos y protegidos¡±, dice Joao Meirelles, uno de los mayores expertos en el Amazonas brasile?o y director del Instituto Peabiru, con sede en Bel¨¦n. Las estrictas normas medioambientales ¡ªque obligan a cualquier inversor a conservar al menos el 50% de su finca de bosque nativo amaz¨®nico¡ª no siempre son implementadas, pero es una espada de Damocles para cualquier infractor, que se expone a altas multas o incluso la c¨¢rcel.
Quiz¨¢ por ello la palma no ha experimentado un desenfrenado crecimiento en Brasil. A pesar de su extraordinario potencial, el pa¨ªs est¨¢ a la cola de los diez mayores productores mundiales. ¡°No creo que Brasil llegue a ser un gran productor de aceite de palma, seremos un pa¨ªs de porte medio. Pero tenemos todas las condiciones para ser el mayor suministrador de aceite de palma sostenible¡±, dice Marcello Brito, presidente de la Asociaci¨®n Brasile?a de Productores de Palma (Abrapalma) y director ejecutivo de Agropalma. De las 104.000 hect¨¢reas de la finca de la empresa, 64.000 son de selva virgen con imponentes ¨¢rboles de hasta 50 metros, lo que le ha valido una serie de certificados internacionales de buenas pr¨¢cticas. ¡°En 2001 fuimos los primeros del planeta en comprometernos con la deforestaci¨®n cero¡±, asegura.
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